lunes, 11 de mayo de 2009

Termómetro


Se podría llamar miedo y lo he sentido esta mañana. Como un amanecer cualquiera, ignoro el sonido del despertador, ignoro cómo lo apago, dónde lo dejo, cuantas veces vuelve a sonar para seguir desparramada entre las sábanas…una o dos horas más. No es que sea confortable estar debajo de esas mantas. Es que no estoy muy segura de querer poner un pie en el suelo y que el frío me devuelva a la realidad. Esto pasa cada día excepto cuando estoy en casa. Me levanto,
desayuno y me tiro en el sofá.

Cuando todo ha terminado me prometo que esta vez empezaré de cero. Sin embargo saboreo los mismos fracasos una y otra vez.

Y sé que tengo que medir mis palabras y cambiar mis ideas, porque hay un porcentaje de dolor que predomina sobre todos los demás, y sé que viene de mí.

Voy a recoger mi dignidad escrupulosamente y con la yema de mis dedos índice y pulgar, como si se tratara de una pelusa gigantesca y repugnante.


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